Tú aún tienes la vitalidad suficiente como para reanudar cada día la tarea del conocimiento de tu propio yo. Te felicito y te envidio.
A mí no me ocurre lo mismo: Cada vez que me contemplo, me zambullo en el lago sin fondo del más lastimoso aburrimiento. Eso me hace parecer -tal vez lo sea- inconstante, ajeno a mí mismo y, en ocasiones, terriblemente insociable.
Sin embargo, necesito encontrar en los demás el complemento de mis carencias, construyendo una especie de "mecano" que ofrezca la arquitectura de algo bello.
Antes creía saber construir, ahora necesito apoyarme en alguien. Probablemente me he convertido en un parásito social.
Me repugna llegar a estas conclusiones sobre mí mismo.
Pero es peor comprobar que paso del tedio a la templanza, del desánimo a la militancia por la vida, de la indiferencia al amor, como un ánima mutante e impredecible.
Me atrevo a repetir y sentir que te envidio.
Ba