Posiblemente pudiera decir que leerte suele despertar mi virilidad de su letargo. Y sería exacto. Pero un exceso de sinceridad.
Y la sinceridad, con independencia de que pueda venir muy vestida de una osadía injustificada, usualmente resulta asaz molesta.
Sí puedo asegurarte que encuentro siempre algo más, que exhalas dulzura y que la piel y el alma dejan, de consuno, sus esporas en tu espacio.
Muy por encima de lo que suelo leer.
Y, por supuesto, sufriendo abscesos de celotipia.
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