Al cabo de un buen rato, ella se dio cuenta de que, desde la mesa que ocupaba en la cafetería, yo la observaba con la mirada fija y el gesto embobado con que uno miraría una puesta de sol irrepetible.
Sus facciones simétricamente perfectas, se encuadraban en un rostro ovalado de piel ligeramente tostada, donde destacaban unos hermosos ojos almendrados y una boca excesivamente grande, custodiada por carnosos labios a juego en tamaño, y todo ello adornado con un brillante pelo corto y negro como azabache que, por su frente, aparentaba caer descuidado en mechones que pugnaban por ocultar, de sus ojos la mirada.
Para que luego digan que no existe el amor a primera vista, pensé, mientras mi mirada le decía:
"Por fuerza tu y yo tenemos que habernos conocido ya, aunque haya sido en alguna otra vida".
Por el contrario su gesto de respuesta fue la de quien se pregunta:
¿Por qué me miras de ese modo? al tiempo que recorría su propia figura con la vista, en busca de algo que estuviese descolocado.
Cualquiera que hubiese observado la escena entendería su extrañeza al notar el contraste entre su piel joven, luminosa y fresca, y la mía surcada por líneas de arrugas que ya eran antiguas.
Casi con la vergüenza de quien se ve pillado en renuncio, me limité a izar las manos sobre la mesa mostrando las palmas y alzando las cejas, en gesto claro de quien pide excusas al verse cazado.
¡Desperté! Y me sentí aliviado.
Naturalmente, cualquier parecido con la realidad sería pura coincidencia y la mención a Sakkarah solo se ha de entender como un guiño amistoso.
HS
Sus facciones simétricamente perfectas, se encuadraban en un rostro ovalado de piel ligeramente tostada, donde destacaban unos hermosos ojos almendrados y una boca excesivamente grande, custodiada por carnosos labios a juego en tamaño, y todo ello adornado con un brillante pelo corto y negro como azabache que, por su frente, aparentaba caer descuidado en mechones que pugnaban por ocultar, de sus ojos la mirada.
Para que luego digan que no existe el amor a primera vista, pensé, mientras mi mirada le decía:
"Por fuerza tu y yo tenemos que habernos conocido ya, aunque haya sido en alguna otra vida".
Por el contrario su gesto de respuesta fue la de quien se pregunta:
¿Por qué me miras de ese modo? al tiempo que recorría su propia figura con la vista, en busca de algo que estuviese descolocado.
Cualquiera que hubiese observado la escena entendería su extrañeza al notar el contraste entre su piel joven, luminosa y fresca, y la mía surcada por líneas de arrugas que ya eran antiguas.
Casi con la vergüenza de quien se ve pillado en renuncio, me limité a izar las manos sobre la mesa mostrando las palmas y alzando las cejas, en gesto claro de quien pide excusas al verse cazado.
¡Desperté! Y me sentí aliviado.
Naturalmente, cualquier parecido con la realidad sería pura coincidencia y la mención a Sakkarah solo se ha de entender como un guiño amistoso.
HS